¿Habéis sentido alguna vez esos nervios en el estómago antes de una entrevista importante?
¿O al tener que hablar delante de un grupo de personas?
¿O al dirigiros a una reunión con un grupo de gente que no conocéis?

Recuerdo una de mis primeras presentaciones en público: apenas duró 10 minutos, tenía que dirigirme a un grupo de directivos formado por unas 70 personas.
Ensayé y volví a ensayar mentalmente mi presentación y, aún así, cuando empecé a hablar me sudaban las manos y mi voz temblaba levemente, mi cuerpo quería estar a unos 100 kms. de aquel lugar. Podía haber escogido marcharme, pero valoré las consecuencias y no me parecieron positivas, así que me lancé: me puse delante de aquellas personas y hablé.
No valoraré el resultado, habría que preguntárselo mejor, a las personas que me escucharon, pero si recordaré la sensación de “haber sido capaz”, de atreverme.
De vez en cuando, aún sigo sintiendo esos nervios ante diversas situaciones, pero trato de recordarme a mi misma que, si me preparo bien, puedo hacerlo y que ningún miedo va a ser más fuerte que mi deseo de superarme, de crecer, de dar un paso más en mi vida profesional o personal.
Hoy quiero compartir con vosotros un vídeo que conozco desde hace tiempo pero que, cada vez que lo vuelvo a ver, me infunde ánimos para atreverme a dejar atrás mis pequeños o grandes temores y lanzarme a por lo que quiero.
A veces, la diferencia entre “puedo” y “no puedo” son esos pocos, pero cruciales, segundos de inseguridad o de miedo.
Hoy te invito a que te hagas la pregunta: ¿Quién sería yo sin ese miedo?
Te propongo que la tengas presente durante la próxima semana. Cada vez que te asalte un miedo, piensa: ¿cómo sería si no tuviese ese miedo? ¿cómo me comportaría? ¿qué haría? ¿cómo hablaría? Déjate lo sentir y si te gusta la sensación, no dudes: ponlo en práctica. ¡Hazlo realidad!